El domingo, el
Barça se quedó sin un gol porque el árbitro no vio entrar el balón y ayer le pasó lo mismo al
Betis en
Málaga tras un golazo de
Joaquín. El debate sobre la necesidad de usar el
vídeoarbitraje para acabar con la polémica en el fútbol español se recrudece al mismo tiempo que se suceden las pifias en los países que sí disponen de ayuda tecnológica.
En el
Mundial de Clubes la liaron parda por la excesiva tardanza y tanto cambio de criterio; en
Alemania salen a 'videopolémica' por jornada y, en
Francia, el 'ojo de halcón' dio validez a un 'gol fantasma' y el árbitro lo anuló nueve minutos después. Claro que eso no podría pasar en
España ni siquiera tras la aplicación del
VAR, ya que éste no incluye tecnología en línea de gol, ya que es "demasiado caro" y dice
Tebas que la llamada 'mejor liga del mundo' no se la puede permitir.
Tantas payasadas me incitan a cambiar la 'b' por la 'v', en
obra de teatro ‘clown’ que pude ver en
la desternillante Sevilla hace ya algunos años, y exclamar eso de vamos
'De VAR en peor' (de la compañía 'El calvo invita'). Porque es muy difícil hacer peor las cosas sin ser un 'pachacho' profesional. Lo lógico sería que un árbitro cualificado esté sobre el césped y que otro igual de capaz se siente ante la tele para guiar al compañero.
Así se evitarían esas esperpénticas esperas que tan flaco favor hacen a una herramienta que ya algunos pintan como estorbo, a pesar de que en otros deportes como el basket o el tenis no afecta al discurrir del juego. Cualquier malpensado podría llegar a la conclusión de que lo hacen así de mal a propósito, para que el clamor de los detractores del vídeoarbitraje sea incluso mayor que la evidente necesidad de su uso.
Igual
Sergio Ramos llevaría más expulsiones aún, igual
Cristiano limitaría sus clásicos 'fodase', igual los culés no llevarían 672 días sin penaltis en contra e igual
Luis Suárez... bueno Suárez merece mención aparte, pues, mientras reclama el
VAR para que le dejen de anular goles legales, no ha caído en que las cámaras también verían los insultos y agresiones que ha tomado por norma y que, a día de hoy, le cuestan la friolera de ¡cero expulsiones! Igual 'No hay VAR que por bien no venga'.