El duelo de hoy en Nervión supone la expresión última de esa loca dicotomía, de ese sentimiento irracional y esa pasión desatada que parten en dos mitades a la capital andaluza y que se vive con una enorme intensidad los 365 días del año.
Es la previa eterna, la más larga que pueda vivirse de mucho más que un 'simple' partido de fútbol. El derbi es el sustento de la 'guasa', del pique y la rivalidad nacidos de ese gran privilegio que supone contar con dos clubes en la elite nacional para una ciudad 'pequeña' que no llega a 700.000 habitantes convertidos, en días como hoy, en burbujas de una olla a presión, con nervios a flor de piel e irrefrenables ganas de erguir la cabeza y lucir un pecho henchido hasta que, en unos meses, la segunda cita de la temporada vuelva a poner el contador emocional a cero.
Vuestras, de los sevillistas y los béticos, son las cuitas pendientes. Las ganas de revancha o el deseo de mantener la hegemonía reciente. No obstante, desde la imparcial visión de alguien que llegó desde Extremadura hace ya casi 18 años sólo hay ganas de volver a disfrutar de un derbi igualado. De poder presumir de aficiones y de seguir compadeciendo a los que, de Despeñaperros para arriba, desconocen que no hay en todo el mundo un partido como éste. Disfrutemos.
Aitor Torvisco
