Decía
Iván Ania durante la previa del partido que pretendía disputarle la posesión al Betis de Quique Setién, y así fue. El conjunto cántabro saltó al césped con la clara intención de disputarle el control del balón desde el inicio y, aunque durante los primeros compases pareció en cierta manera un suicidio, resultó ser un método tanto o más efectivo que el encerrarse atrás, algo a lo que está mucho más acostumbrado a sufrir el Betis de Quique Setién.
Y es que el técnico cántabro, en los
Campos de Sport de El Sardinero ('su' casa), sufrió su propia medicina, con un Racing muy vertical, que apretaba muchísimo arriba y que hizo sufrir de lo lindo a los de Heliópolis en labores defensivas, a pesar de que se adelantaran en el marcador en el minuto ocho, desde los once metros y gracias a la fantasía de un
Boudebouz que asistió a Inui, quien acabó siendo derribado y propició que Sergio León hiciera el 0-1 de penalti. Tras ello, asedio cántabro, aprovechando las dificultades de
Feddal, falto de ritmo, y brindándole la pelota al debutante Edgar, como rival más débil a la hora de sacar la pelota jugada desde atrás. Un Betis que sufrió mucho y que sólo consiguió estirarse cuando gozó de metros para correr, todo lo contrario a lo que acostumbra el
Betis de Quique Setién, amigo íntimo de la posesión.
En definitiva, un gran partido del
Racing, que mereció mucho más, y un discutible encuentro del
Betis que, pese a ello, se llevó el gato el agua, sin dominar el balón y corriendo más de lo que acostumbra. Todo lo contrario a lo que defiende el discurso de un Setién que acabaría muy enojado (con el juego).