En pocos futbolistas he atisbado el
compromiso sobre el césped de
Rakitic, y menos aún con la clase que atesora. El croata no necesitaría entregarse de tal manera con su excedente de calidad y su ‘status’ en el equipo, pero jamás ha
escatimado ni un solo
esfuerzo y se ha desvivido por el escudo hasta el último minuto, defendiendo como el que más, vaciándose al límite y sacrificándose hasta el extremo de jugar enfermo.
El croata ha ejercido la
capitanía de forma modélica, como ejemplo para el resto, y se ha erigido en uno de los principales artífices del extraordinario éxito nervionense en la pasada campaña. El ‘
rubio’ ha escrito un capítulo glorioso de la historia del
Sevilla, y, sin embargo, no se descarta que la temporada próxima, cuando visite
Nervión con la camiseta del
Barcelona, se le reciba con pitos por parte de un sector de la grada.
No me parecería justo ni creo que
Rakitic lo merezca, pero también estoy convencido de que el balcánico podría haberlo evitado fácilmente y salir de
Nervión por la
puerta grande, al fin y al cabo el premio acorde a su trayectoria e implicación.
Nadie discute su deseo de crecer económica y deportivamente, por supuesto que no. Resulta lógico que apueste por el
Camp Nou y que continúe su camino, pero el croata se ha
equivocado en las formas, y es una
pena. Habría bastado con una pizca de
claridad, con una mayor comunicación con el club. Se habría entendido una negativa transparente, pero no la ausencia de respuesta y la oscuridad.
No obstante, el
Sevilla obtendrá un rédito considerable por un futbolista que costó
1,5 millones y que ha vertebrado el resurgir nervionense, contrapeso considerable para su desliz en el adiós.