Opinión

El tradicional paseo de la gloria nervionense

Álvaro PalomoÁlvaro Palomo
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El tradicional paseo de la gloria nervionense
El autobús descapotable del Sevilla por las calles de la capital hispalense abandonó hace tiempo la condición de excepcional para erigirse en un elemento tradicional de la ciudad por estas fechas. Prácticamente cada primavera una marea blanquirroja se lanza al asfalto sevillano para celebrar lo que no hace demasiado resultaba sencillamente inimaginable. Porque lo que antes ni siquiera alcanzaba la categoría de sueño para el sevillismo ahora integra su cotidianIdad en forma de una bendita rutina. Reflejo de una grandeza que se ha disparado por encima de cualquier expectativa, que se valorará en su justa medida con el paso de los años, cuando, en frío, se analice una década prodigiosa, en la que lo imposible ha tornado en realidad para un sevillismo que parece acostumbrado al metal pero que cada año inunda Sevilla y lo festeja con la ilusión del primero. Y así debe ser siempre, porque, más allá de la necesaria ambición y la conveniencia de una exigencia coherente, el sevillista tiene que apreciar cada paso en este paseo por la eternidad, paladear cada título, cada copa, y nunca olvidar que tiene la suerte de disfrutar del mejor Sevilla de la historia.
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