Hasta que el plan se truncó

Álvaro PalomoÁlvaro Palomo
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Hasta que el plan se truncó
Adán mantuvo con vida a su equipo durante casi todo el partido. - Álvaro Palomo
La lectura de la derrota contiene una circunstancia puntual que condicionó el signo del encuentro de forma determinante y también genera un debe en la cuenta del Betis de Setién. El gol de Raúl García como consecuencia del penalti y la polémica expulsión de Jordi Amat cambió un escenario en el que Betis, con idéntico once al de Málaga, imponía la versión mejorada de su estilo, con transiciones limpias y una verticalidad que partía con la dirección de Fabián y adquiría velocidad por la banda, sobre todo por la izquierda, donde Tello abría el carril a un Durmisi profundo.

Con los toques justos en estático, los de Setién rompían la primera línea de contención bilbaína, y creaban superioridades ante un rival desarbolado, mientras que la presión, tan adelantada como ordenada, le permitía recuperar pronto y disponer de opciones como la de Camarasa. Pero esta frescura recibió un golpe duro en una acción aislada que finalizó con un saldo desastroso para el Betis (penalti, gol y un hombre menos) y que acusó considerablemente anímica y físicamente.

Con un 4-4-1, pretendió sintetizar su filosofía a favor de un juego más directo o la espera de los espacios que dejara un Athletic en busca del segundo. La inferioridad le pesó por la inteligente gestión de los espacios del rival y hasta avanzada la segunda mitad no logró recuperar el control, con corazón y acciones muy verticales fundamentadas en los desdoblamientos por los carriles. Pero, desquiciado con el árbitro y mermado por el desgaste, la reacción del Betis no se consumó y encajó el segundo, reflejo de la necesidad de insistir en el plano psicológico para superar situaciones adversas como la de ayer.
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