Juan Carlos Garrido “fue seleccionado por el Consejo de Administración del
Betis”, advertía
José Antonio Bosch en la despedida de Stosic. Si el ya exdirector deportivo no tuvo nada que ver en el fichaje del técnico valenciano,
¿quién echó a Pepe Mel? Porque no parece lógico que él fuese el responsable de la destitución del madrileño si no intervino en la llegada de su sustituto. Y parece menos congruente que el Consejo le haya aguantado dos semanas más si tenía claro que sus errores habían llegado en la confección de la plantilla en el mercado estival.
Y si él no echó a Mel, ¿por qué se ha llevado todas las culpas? Y si
Stosic no intervino, ¿volveremos a ver imágenes como las del último partido en casa -cuando los aficionados arremetieron contra el entonces director deportivo-, pero esta vez con distinto objetivo? De ser así, para nada habrá servido su salida y el gran perjudicado será, una vez más, el plantel verdiblanco, ya que la crítica de su propia afición ha agarrotado a los jugadores aún más de lo normal en los últimos encuentros.
Sea culpable el
Consejo o no, sea o no el responsable de la salida del técnico, se haya equivocado o no con la doble destitución del último mes, el beticismo debe firmar una tregua por el bien del propio club y trasladar a final de campaña su particular guerra.
El Betis, aparte de fichajes urgentes y de un triunfo que cambie la dinámica, necesita esa paz social que en los últimos años ha permitido al equipo rendir por encima de sus posibilidades, necesita recuperar esa imagen que se vio tras el partido ante el
Almería, cuando tras los pitidos llegó el perdón y los ánimos. Si no, el descenso es seguro.