"Cuando hay un virus que está matando a tanta gente el pensar en volver a entrenar es la leche. Que el fútbol se vaya a tomar por saco ahora mismo”. Eso decía una leyenda del fútbol italiano:
Christian Panucci. Es lo que piensa todo el mundo, también futbolistas y dirigentes, pero estos últimos no pueden dejarse llevar por él, están en otra lucha: la de salir indemnes de una situación que puede dejar muy tocados a sus clubes en particular y al fútbol en general.
De momento son tanteos, pero conforme avancen las semanas irá a más. Se habla de
ERTE, pero de momento sólo afecta a los
clubes modestos de categorías inferiores; de bajada de sueldos, a la que ya se ha apuntado el mayor transanlántico económico de nuestro fútbol, el
Barça; de ampliar calendarios; de bajar el límite salarial... de sobrevivir al fin y al cabo.
El final de
LaLiga está en el aire. De momento sólo lo admiten técnicos y jugadores (Lopetegui, Joaquín...), pero la fecha señalada por Tebas de mediados de mayo ya no se ve tan clara, la
UEFA ha cancelado 'sine die' sus finales y países con menos problemas que España miran, como poco, a junio. Y la no deseada cancelación significará la reducción de en torno al
25% de las ganancias presupuestadas en televisión -el principal ingreso-, aparte de otros muchos (taquillas, merchandising...) que ya los están sufriendo los equipos en estas dos últimas semanas. Para algunos, de no tomar soluciones radicales, esto puede significar el quiebre técnico.
Salvar a los clubes es el objetivo de
UEFA,
FIFA,
agentes,
aficionados... Ellos son la base sobre la que se mueve todo este negocio y la que más va a sufrir la crisis. Si ellos sobreviven, hay esperanza y un futuro sobre el que construir el fútbol del futuro.
Es cierto que con todo lo que está cayendo pensar en el fútbol -o en cualquier otra cosa que no sea salvar vidas- es secundario, pero no hacerlo crea las mismas dudas. El horizonte que se presenta en esta lucha, al menos en
España, no aventura una solución a corto plazo y las noticias tampoco alimentan el optimismo. Lo que parece claro es que, tras esto, en el fútbol nada será igual. La vida, seguramente, tampoco lo será.