A pesar del heroico ascenso a
Segunda B firmado por el filial provocaba la renovación automática de
Óscar Cano por una temporada más, era un auténtico secreto a voces que el técnico granadino no iba a continuar al frente del
Betis B. De hecho, desde antes incluso de que se produjese el desenlace de la eliminatoria contra el
Orihuela, se daba por hecho que
Juan Merino se convertiría en su sustituto, por lo que sólo era cuestión de tiempo que se llevase a cabo el relevo.
Y eso fue precisamente lo que ocurrió durante la jornada de ayer, que comenzó con la noticia de que la entidad de las trece barras y
Cano habían llegado a un acuerdo para la rescisión del contrato que les unía. En este sentido, se estima que el trato estaría cifrado en unos 45.000 euros más otras cantidades que se le adeudaban al preparador nazarí, que se va sin ningún tipo de rencor. "Comprendo que el club quiera emprender una nueva línea de trabajo y no pretendo ser un obstáculo para su desarrollo; lo importante es que esta institución continúe creciendo; desde ahora soy un aficionado más", manifestó
Cano, que se marchaba "orgulloso por haber pertenecido a una entidad tan grande y con la tranquilidad de haber cubierto los objetivos marcados".
Pocas horas después, y tras la reunión del consejo, se hizo pública la llegada de
Juan Merino, que iniciará así su segunda aventura como técnico tras la que vivió al frente del
Xerez durante la 11/12. Una corta experiencia que, en todo caso, no tiene tanta importancia para la directiva como su dilatado pasado bético. No en vano, el linense se formó en los escalafones inferiores heliopolitanos desde los 16 años, brilló durante doce temporadas en el primer equipo y, una vez retirado, trabajó en la secretaría técnica y hasta fue segundo de
Tapia,
Chaparro y
Nogués. Por todo ello, en la planta noble del
Villamarín se piensa que su perfil es el idóneo para enseñar a los chavales el sentimiento verdiblanco, ya que no sólo se les quiere formar como futbolistas de futuro, sino también como béticos.