Algunos entrenadores tratan de imponer sus estilos de juego allá donde van, mientras que otros prefieren adaptarse a las circunstancias de cada plantilla.
Julio Velázquez pertenece al segundo grupo, tal y como recalcó durante su presentación como nuevo entrenador del
Betis, pues entiende que para armar un puzle se deben conocer antes las piezas. “El fútbol no es de los entrenadores, sino de los jugadores. Una vez que esté confeccionada la plantilla, y en base a los jugadores que tengamos, intentaré construir el modelo más apropiado para conseguir rendimiento”. No fue un mensaje de cara a la galería, ya que en
La Condomina demostró ser un técnico muy
flexible, hasta el punto de alternar
cuatro sistemas durante la temporada.
Comenzó con el
4-2-3-1 que emplean la mayoría de los equipos europeos, pero los resultados eran discretos y optó por dar un giro de tuerca realmente arriesgado coincidiendo con una plaga de bajas en la defensa. Así, desempolvó el
3-3-3-1 que popularizó
John Benjamin Toshack décadas atrás y el equipo reaccionó. En ese dibujo,
Molinero hizo las veces de central diestro, mientras que
Álex Martínez actuó como falso interior zurdo, con más funciones de mediocentro que de extremo.
Una vez que recuperó a sus zagueros,
Velázquez quiso que su equipo fuese más sólido aún y diseñó una defensa de cinco en la que
Molinero seguía siendo central y
Álex pasaba a convertirse en carrilero zurdo. Este sistema estuvo vigente durante casi toda la segunda vuelta, aunque ya en el tramo final del campeonato y en el ‘play off’ de ascenso se vio forzado a ser más ambicioso en determinados encuentros, y optó por un
4-4-2 clásico, o, en su defecto, un
4-4-1-1.