Gustavo Poyet ha optado por escupir hacia arriba y los resultados dirán si le cae en la cara o no. Ayer, desde luego, no se manchó gracias a dos golazos. Uno de
Joaquín, en una de las pocas ocasiones que fue capaz de generar en la primera mitad, y otro de
Felipe Gutiérrez sobre la bocina.
De este modo, el
Betis vuelve de Pamplona con un buen resultado, pero sin mejorar aún su juego y saliendo indemne del zarandeo que le propinó un
Osasuna que pasó de ser un equipo contemplativo y perezoso en la presión, a salir eléctrico y profundo en la reanudación. A poco que apretó, hizo daño.
Hasta ese 1-2, Poyet se exponía a ahondar en su propia herida tras cargarse a
Rubén Castro. Por fin lo desplazó de la banda... pero para mandarle al banquillo, en una decisión más que arriesgada. El charrúa prometió hacer cambios para romper con esa imagen de equipo partido con el 1-4-3-3. Hizo cuatro con respecto al once inicial ante el Madrid y esbozó un 1-4-2-3-1 que, a priori, arropaba más la medular. No obstante, con el paso de los minutos volvió a ser evidente que el equipo carece de un '5' puro -a pesar de que
Petros es de lo mejor en este inicio- y de un organizador. Jo
nas
Martin comenzó activo, pero acumuló demasiadas pérdidas en la salida y se le vio sin ritmo. Tampoco lo tiene Sanabria, titular tras casi dos meses de baja y que obligó a
Joaquín a hacer la guerra por su cuenta en ataque hasta que, en el 83', ambos dejaron sus puestos a Rubén y a Álex Alegría para acabar con un 1-4-4-2.
Poco antes,
Brasanac había suplido al ex del
Montpellier. Tardó un mundo en hacer los cambios un
Poyet que, al menos, parece haber detectado ya que en la banda derecha tiene un problema. A Piccini (retratado en el 1-1) le cuesta volver y le superan en el uno contra uno con gran facilidad. La presencia de Cejudo elevó el nivel competitivo y garantizó las coberturas al italiano.