El mayor activo que tiene el
Betis, sin ningún género de duda, reside en su
afición. Un patrimonio de valor incalculable que nunca ha dejado solo a su equipo y que, ahora que las vacas parecen engordar, se ha propuesto superarse día tras día.
Baste reseñar el récord de abonados alcanzado el pasado lunes, ya con siete jornadas de
Liga disputadas y tras una de las pretemporadas menos alentadoras de los últimos años, que fija la cuantía de fieles en 51.056, según el recuento más reciente, tras ponerse a la venta otros 160 carnets correspondientes a la grada de animación del nuevo
Gol Sur. Y ni siquiera habría que dar por cerrado el cupo, ya que esta masa social es del todo imprevisible.
Además, ni siquiera las franjas elegidas por la televisión han impedido que la feligresía heliopolitana haya correspondido al tercer mejor arranque de la historia (en lo que a puntos a estas alturas se refiere) con un desembarco nutrido en el
Benito Villamarín.
Así, el aforo ocupado ante el
Celta en la segunda entrega del presente campeonato (45.761 espectadores, toda una hazaña para ser un viernes a las 22:00 horas) fue neutralizado, como cabría esperar, ante el
Deportivo de La Coruña en la cuarta (46.267 personas), habida cuenta de que el choque se disputaba un sábado a las 18:30, un horario más apropiado para asistir a la Avenida de La Palmera, especialmente para los más pequeños.
Sin embargo, no existe lógica alguna para explicar cómo un lunes (día laborable y víspera de lectivo), el 25 de septiembre y a las nueve de la noche, el récord volvió a ser dinamitado. La visita del
Levante, que sucedió, todo sea dicho, al incentivante triunfo en el
Santiago Bernabéu, concitó a 48.237 almas en el remozado coliseo bético.
Mañana, contra el oponente más atractivo para el espectador hasta ahora, nuevo órdago para una afición que está dispuesta a demostrar, en el primer domingo de la temporada en Heliópolis, que no tiene parangón.