Después de sumar un punto en las nueve primeras jornadas, parece un milagro que Míchel siga sentado en el banquillo del Málaga. Aunque, realmente, su continuidad no es debido a un exceso de confianza de Al-Thani. Al contrario, el madrileño se ha mantenido en el cargo casi por descarte, ya que desde el inicio del curso han sido continuos los piques entre el entrenador y el jeque, principalmente por no dar un paso más en los fichajes veraniegos.
Ese ha sido uno de los aspectos que han contribuido a generar un mal clima que por momentos ha sido irrespirable en La Rosaleda, aunque los blanquiazules comienzan a tomar oxígeno, con un parcial de 10 puntos de 18 posibles.
Esto es, principalmente, gracias a que jugadores como Keko o Chory Castro se han enchufado, aportando con su velocidad por los costados una mayor producción ofensiva que tratan de hace buena rematadores como Rolán, Peñaranda (ambos con molestias durante la semana) o Borja Bastón.
Y es que, no es la creación en la medular, precisamente, la mayor virtud de un equipo que trata de crecer desde la solidez defensiva (suma dos semanas sin encajar).
Y eso que las lesiones se han cebado con los malaguistas y en el lateral zurdo, por ejemplo, viene actuando un central (Diego) por las bajas de Juan Carlos, Torres y Ricca. Tras utilizar muchos sistemas (4-2-3-1 o cinco atrás), Míchel, además, ha hallado en el 4-4-2 una estabilidad a la que quiere darle continuidad con una afición también enchufada.