El crecimiento de un club se fragua a través de una gestión deportivo-económica que resulte tan equilibrada como ambiciosa, siempre con la consigna de que las plusvalías obtenidas por un trabajo esmerado en el mercado se utilicen adecuadamente para potenciar las bases y enriquecer la materia prima. Cualquier club más allá de los todopoderosos necesitan ingresos a través de los traspasos de algunos de sus puntales, pero con sus propias condiciones merced a una economía saneada que no obligue a malvender. El Betis se encuentra en la tesitura idónea para exigir e incluso para abocar al pago de las cláusulas de rescisión de los futbolistas más atractivos en el mercado, caso de Junior, por ejemplo. Y, a partir de ahí, continuar con la construcción de una plantilla con cada vez más calidad y a años luz de las de años atrás.
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