OPINIÓN

Desnudo, tras vestirse para la ocasión

La titularidad de Llorente obligó a Emery a cambiar el habitual juego interior por unos ataques por fuera que únicamente desembocaron en contraataques rivales llevados magistralmente por Fernandinho, Sterling y Navas.

Carlos PérezCarlos Pérez
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Desnudo, tras vestirse para la ocasión
- Carlos Pérez (@carlosperezED)
Si el estilo de un equipo lo marcan las características de sus jugadores, Emery estaba obligado ante el Manchester City a buscar una manera de atacar diferente a la que tanto le ha dado. Llorente no es Gameiro, por lo que el habitual juego interior por la zona de la media punta -con el galo arrastrando centrales hacia fuera para las llegadas desde la segunda línea y yendo a los espacios- carecía de sentido. El riojano, estático, exige centros laterales y es lo que, a contraestilo, intentó el Sevilla: hasta 37 mientras el riojano estuvo sobre el campo. Los sevillistas sólo conectaron con dos.

La idea inicial invitaba a meter también a Iborra, una segunda opción para el remate aéreo. Emery pensó en cómo hacerle daño al rival o, más bien, se vio obligado, mas olvidó cómo defender sus contras. Con laterales y extremos abiertos, Llorente e Iborra en el área rival y Banega esperando un rechace, la defensa quedaba muy expuesta en las transiciones, magistralmente llevadas por Fernandinho, Sterling y Navas, ante un rival tan veloz como preciso. Hasta 17 disparos de los ´sky blues´, 13 a escasos metros de Rico (salvó la goleada), en una primera parte que echaba de menos la velocidad de Krohn-Dehli para tapar vías de escape y su capacidad para ofrecer en la salida una alternativa a la de Banega, muy tapado. El danés dio 57 pases en el tiempo que Iborra había dado nueve.

Mariano por fuera también hizo mejorar al equipo, pero ni él ni sus compañeros conocen a un tal Immobile. Las lagunas en la planificación y las deficiencias en la gestión se efectivos se aprecian mejor con perspectiva, sobre todo ante rivales de nivel, de esos que te desnudan usando una sola mano. Hoy Emery está menos arropado que nunca. Y perdido.
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