Dicen que el fútbol que vale es el que queda en el recuerdo y en el Sevilla, a lo largo de los años, perdurará el de Arza, Pintinho, Suker, Tsartas, Alves o Kanouté, pero también, aunque lo haya mostrado de forma breve, el de Éver Banega. Mientras muchos atendieron a su pasado reciente para criticar el fichaje, Emery y Monchi veían una enorme cantidad de talento desaprovechado, siendo conscientes de que resultaba más fácil meter en faena a alguien de su nivel que adquirirlo en el mercado, algo harto complicado, pues Banega sólo hay uno y de su perfil, muy pocos. El isleño ya lo había hecho antes con Luis Fabiano, otro cuyo fútbol valía oro.
El rosarino se va tan arrepentido como quien deja a una novia a la que aún quiere, pero en Nervión le propusieron matrimonio demasiado tarde. El Inter ya lo había cortejado. A Banega le deberían haber dado lo que fuese, que cobrase como el que más, mínimo. Es un futbolista por quien merece la pena pagar una entrada, la personalidad de todo un equipo, alguien con un talento único que quedará siempre en el recuerdo.
Carlos Pérez
