Es curioso. Cuanto más se habla de fútbol, menos se habla sobre el juego. Antaño, quien se desvivía por ver "a 22 tíos en calzocillos dándole patadas a una pelota" era tomado por
tonto e inculto. Ahora se piensa que el fútbol es de todos, pero, realmente,
sigue siendo de unos pocos. Si no, un espacio como
El Club no sería considerado
casi de culto. Si no, no existirían determinados programas de Deportes de sobremesa ni otros nocturnos que pagamos con nuestros impuestos.
Gusta el faranduleo. La Salsa Rosa bañó primero el
corazón, después la
política y más tarde el
balompié. Es una teatralización continua de hechos banales para
buscar polémicas y
dividir al espectador: del Madrid o del Barça, de los que ven penalti o de los que no, de un periodista/actor determinado o de otro. "La gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas, la gente mediocre habla de gente", decía '
Jules Romains' (Louis Henri Jean Farogoule). Y así nos va, a los aficionados
y a los periodistas.
Quien viese anoche otra cosa, quizás supo por fin si l
os árbitros favorecen más al equipo de Zidane o al de Luis Enrique. Los que nos sentamos ante
beIN Sports tuvimos la fortuna de apreciar
una charla maravillosa entre personas que están muy alejadas de ser tontas o incultas. Averiguamos, por ejemplo, por qué
Monchi, el invitado de excepción, ficha, según el momento, en unos países u otros, qué diferencia al futbolista brasileño del francés, por qué realmente no se parecen
Sampaoli y Bielsa, cuál es el secreto para que lleguen jugadores fracasados y triunfen en el Sevilla o qué incita al de San Fernando a
querer marcharse.
Desde luego,
dinero no. Lo primero que entendí es que es
el Monchi director deportivo y
no el Monchi persona el que desea cambiar de aires. Y eso lo explica todo. Siendo uno de los mejores del mundo en su puesto, no tendría sentido que se marchase a una liga menor, lo que reduce las opciones a las
cuatro grandes de Europa, al margen de la española. Posteriormente, el comodín del 50% lo redujo todo a
Francia e Italia. ¿Por qué? Porque en la
Premier existe en los clubes un modelo de
gestión anglosajón muy arraigado, en el que toda la responsabilidad recae sobre el
mánager/entreador, y porque la
Bundesiga no es tan potente y atractiva como para tratar de salvar la gruesa barrera idiomática.
"París o Roma", pues, deslizó hace algunas semanas un Monchi que desea trabajar sin que los sentimientos le opriman. Son dos ciudades preciosas, qué duda cabe, pero su elección no tiene que ver con eso, sino con que en
Francia e Italia la figura del director deportivo se asemeje mucho a la de España (aquí los presidentes -quiten a Florentino y algún otro- intervienen menos, eso sí). Repito que no es un asunto de dinero, sino de
inquietud, de
superación, de imponerse
retos y
de afrontar
nuevas ilusiones. Y esto lo que descarta, finalmente, a un PSG cuya única aventura es la Champions.
Desconozco cuándo se irá a Monchi, pero ayer, viendo un programa en el que
sólo se habla de fútbol, entendí
por qué quiere cambiar de club. Eso sí, fue a costa de perderme a varios tipos gritando para discernir si los árbitros favorecen más al Madrid o al Barçcelona