La batalla psicológica

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La batalla psicológica
- 20/03/2014
Los derbis sevillanos son apasionantes e imprevisibles, todo lo contrario que sus previas. Parece que existe la necesidad de nombrar un favorito, cada uno intenta trasladar la presión al otro, se sacan un sinfín de precedentes del baúl de los recuerdos, los técnicos juegan al despiste cerrando las puertas y filtrando lo que les interesa, las viejas glorias rememoran sus gestas, las aficiones compiten por ser las más animosas...


Es lo que se denomina como 'batalla psicológica'. Hay quien piensa que el que sale vencedor de ella tiene todas las de ganar en el terreno de juego, pero esta es una gran pantomima. No en vano, si hay algo que caracteriza a nuestro derbi es el miedo a perder. Da igual el resultado anterior, la clasificación, las bajas o el escenario en el que se dispute el encuentro: siempre hubo, hay y habrá miedo a perder en Heliópolis y Nervión. 


Uno decide qué palabras pronunciar, pero no siempre van acordes a las sensaciones individuales de cada uno. En cierto modo, los días previos a un derbi se asemejan a las campañas electorales, cuando todo el mundo habla más de lo normal y dice tener claro lo que va a pasar, pero luego las urnas y la realidad van por otro camino. Y pase lo que pase, cuando se aproximen los siguientes comicios, la historia se repetirá. 


Con todo, es justo reconocer que los profesionales de ambos clubes han dado una lección de cordialidad en las dos últimas semanas. Atrás quedaron los cruces dialécticos, los complejos de superioridad, los golpes en el pecho de los recién llegados, las ofensas al rival, etcétera. Al fin y al cabo, el Betis no sería lo que es sin el Sevilla, y el Sevilla no sería lo que es sin el Betis. Tenemos dos grandes equipos y una gran rivalidad. Que dure.
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