Es inevitable pensar en el derbi en una ciudad como Sevilla, en la que el aroma a rivalidad perfuma sus calles y su dicotomía monopoliza los temas de conversación, pero la cita de esta noche del Sevilla alberga una máxima importancia.
Porque se juega poner fin de una vez a la penitencia impuesta por su discreto rendimiento liguero el curso pasado y ocupar su sitio en la competición que tantas alegrías le ha brindado y que domina con sus cinco entorchados.
Tras un mes de largo peregrinaje por el desierto de las eliminatorias previas, el Sevilla debe certificar hoy su pase definitivo a la fase de grupos, pero para ello resulta crucial aplicar el consejo de Pablo Machín de no confiarse y emplearse con la intensidad de la que a ratos careció en Olomouc y permitió crecerse al Sigma. Hoy sólo hay un camino. Y no se puede fallar.
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