Una final inoportuna

El Sevilla, bastante más rodado, arriba al Benito Villamarín con los deberes hechos en Europa, recorriendo sin apuros el purgatorio de las fases previas, y con una buena marcha liguera. Sin embargo, el mercado de fichajes ha dejado un regusto agridulce en Nervión, todo lo contrario que en Heliópolis.

Por su parte, el Betis no ha logrado trasladar al campeonato regular su ilusionante pretemporada, olvidando por ahora aquella eficacia de cara a puerta que disparó a los verdiblancos hacia las plazas nobles en la segunda vuelta de la 17/18. Todo ello, en cierta forma, convierte el derbi de esta noche en un examen tan tempranero como incómodo, sobre todo para el que salga perdedor.

Porque no hay mayor vara de medir en la capital hispalense que el pulso cainita por excelencia, un baremo que se mantendrá inalterado hasta el Domingo de Ramos (ojalá en la víspera, que en esta ciudad no todo es fútbol), por mucho que el que salga malparado hoy mejore sensiblemente su rendimiento o el vencedor (a veces, simplemente moral) caiga en picado. Un pulso sin parangón que paralizará más que una ciudad.