Objetivamente resulta difícil defender una apuesta importante del Sevilla para retener a Marko Marin. Apenas ha jugado la mitad de la temporada y sus acciones brillantes se cuentan con los dedos de las manos. Seré subjetivo, por tanto, al declararme prendado de un futbolista diferente, parte importante de la consecución de esta Europa League por el destello que propició el gol del empate en el Villamarín. Porque Marin es un futbolista capaz de desatascar un partido el solo, es puro talento. No conectará con la grada por su espíritu de lucha, pero sí por su capacidad para sacar de la chistera lo que tienen pocos jugadores, ese pase que sólo ven los elegidos.
En el Sevilla Rakitic y pocos más, y el croata no las tiene todas consigo para la temporada próxima. Ahora bien, dice el menudo mediapunta de origen bosnio que su futuro dependerá en buena medida de lo que decida el Chelsea cuando en realidad está en su mano. En su capacidad para convencer a Monchi y a Emery de que puede tirar del carro cuando se le pida, de que se va a tomar cada entrenamiento como un partido -para el técnico es fundamental- y de que todavía tiene ganas de ser ese genio que se comía el mundo en el Werder. Sólo si lo hace merecerá la pena el esfuerzo por él.
Estadio Deportivo
