Quién le iba a decir a este Sevilla a mediados de febrero que iba a sellar su clasificación matemática para Europa con cuatro jornadas de antelación. Acababa de empatar en casa con un Valencia que presentaba los mismos puntos, en dura pugna ambos por la séptima plaza, después de que los de Emery sólo pudieran ganar ocho partidos de 24.
¡Cómo han cambiado las cosas! 27 puntos de 30 posibles y a las puertas de una nueva final europea. Casi nada. Una mutación basada en la consolidación de un estilo, con ese sello de equipo serio y rocoso atrás que alardea de una tremenda pegada arriba.
Aunque ya casi todo le sale bien. Jugando con dos puntas, con uno, con dos pivotes o con Rakitic en el centro del campo. La confianza es fundamental. Es el elemento que en muchos casos desnivela la balanza. Y este Sevilla tiene el depósito lleno. Igual que aquél que tanta gloria trajo a Nervión hace unos años.
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