El megaproyecto de remodelación del
Estadio Olímpico de Tokio, diseñado por
Zaha Hadid, ha desatado la polémica en
Japón después de que algunos de los arquitectos más prestigiosos del país lo hayan criticado por su carácter faraónico.
El arquitecto nipón
Fumihiko Maki, reconocido en 1993 con el
Premio Pritzker de arquitectura, planea poner en marcha a finales de mes una campaña para instar a reconsiderar la obra y cuenta ya con el apoyo de celebridades y colegas de renombre, como
Toyo Ito o
Kengo Kuma.
"
Los problemas que encuentro en la planificación del estadio están todos relacionados con su tamaño", detalló Maki en la publicación mensual de la
Asociación de Arquitectos de Japón.
La remodelación del Estadio Olímpico de Tokio, encargado a la arquitecta angloiraquí Zaha Hadid, prevé la demolición del actual coliseo tokiota y la construcción de un nuevo espacio de techo retráctil, formas futuristas y capacidad para 80.000 personas.
Las obras, que comenzarán el próximo año, está previsto que finalicen para 2019, año en el que albergará la
Copa del Mundo de Rugby, y tendrá un precio de 130.000 millones de yenes (973 millones de euros).
Según Maki, de 85 años, el problema del Estadio de Hadid no es el diseño, que en ningún momento critica, sino los requisitos del proyecto presentados por el comité olímpico tokiota, en su opinión demasiado faraónico, y el coste tanto inicial como de mantenimiento.
El jurado designado por el
Consejo de Deportes de Japón (JSC), propietario del recinto y presidido por el arquitecto nipón
Tadao Ando, eligió como ganadora la propuesta del equipo de Hadid, que se impuso a otros once proyectos firmados por otros nombres ilustres como Toyo Ito o el dúo
SANAA.
Para Maki, una ciudad que se espera cuente con un 15 por ciento menos de habitantes para 2050 no necesita un estadio para 80.000 personas con casi 900 plazas de aparcamiento, que solo se aprovecharía en momentos puntuales y "
no sería muy rentable".
El veterano arquitecto puso como ejemplo el centro de ocio y negocio tokiota
Roppongi Hills, que a pesar de recibir cada año cerca de 40 millones de personas tampoco aprovecha el espacio ni sus casi mil plazas de aparcamiento.