Se esperaba la reacción del
Sevilla tras caer en Balaídos y después de una semana 'de descanso', sin partido intersemanal. Pero, lejos de levantar cabeza, los de
Machín mantuvieron gran parte del partido el nivel que exhibieron ante el
Celta -planos, lentos y previsibles- y sumaron a su incipiente crisis un alarmante bloqueo mental, sin reacción ni sobre el cesped ni desde el banquillo.
El
Eibar supo atacar los puntos débiles de un equipo que presentaba dos novedades en el once,
Wöber en lugar de
Sergi Gómez y
Roque Mesa por
Franco Vázquez. Machín mantuvo su hoja de ruta ante un cuadro armero que le ganaba en intensidad, frescura y velocidad. Con una presión inteligente en los primeros metros, entorpecía la salida de balón de un
Sevilla predecible, que buscaba a
André Silva con balones en largo intentando superar la tela de araña en la que se convertía la defensa eibarresa.
Además, las constantes entradas por banda derecha de
Orellana y
Rubén Peña, que aprovechaban las concesiones de
Escudero, y la movilidad por el centro del primero ponían en evidencia la pesadez de las piernas de los sevillistas. Arriba,
Rubén Peña se anticipaba en los balones largos, leyendo perfectamente los movimientos de
Sarabia y anulandolo por completo. Promes se ofrecía constantemente, pero le buscaban mucho menos que al ex del
Getafe.
Y por el centro, escaseaban también las ideas con un
Banega como máximo exponente del bloqueo sevillista. Su expulsión era sintomática... y fue, a la postre, decisiva, porque obligó al equipo a abrirse y buscar soluciones verticales por las bandas, donde se mostraban determinantes
Promes,
Navas,
Bryan Gil y sobre todo
Sarabia -que dio el primero y firmó el segundo-.