El terrorismo se alimenta del miedo y éste se multiplica con la relevancia que los medios de comunicación damos a sus miserables actos. Tan asesinos como especialistas en lograr el impacto mediático que necesitan. Miedo que paralice al hombre sensato, que detenga el fútbol y el discurrir de una vida, plagada de injusticias y desgracias, pero vida vivida al fin y al cabo. Nos falta memoria, o sufrimiento, o las dos cosas. Quien sufre, no olvida, recuerda. Visto el panorama, nos queda mucho por sufrir para entender la verdad que exponía a boca llena, habiendo pisado esos caminos de espinas, Frederic Kanouté: todas las vidas deben valer lo mismo. “Una vida francesa no tiene más valor que la de un niño palestino”.
Y hay quien todavía no entiende el mensaje. Un solo mundo que todos compartimos. Y no tres, con un tercero y último en el que los muertos, los atentados, no despiertan el más mínimo gesto solidario. Kanouté, y la fuerza de su mensaje, sí merecen portadas y páginas de periódicos. “El Islam es una religión que nos empuja a vivir en paz con todo el mundo”. Tampoco está el problema en las religiones. El odio impartido en escuelas durante años necesitará unas nuevas generaciones con otros principios. Mientras llegan, protección policial para que ruede el balón y ganemos al miedo.
Joaquín Adorna
