¿Quieren un
vídeo viral? Navegador, buscador y escriban:
portero-sporting-cuellar (sin tilde, para encontrar perjudica ponerla)
-periodista. Ahí lo tienen. ¿Quieren
periodismo de calidad? ¿Tienen tiempo? Vayan al
quiosco más cercano. Ahí venden, pagando, periódicos. Con todas sus espinas, pero periódicos. Si prefieren el soporte digital al papel, empiecen a navegar.
Intuyo que ya estarán al corriente de los insultos de
Iván 'Pichu' Cuéllar al periodista de
la Nueva España por subir éste un vídeo a su web asegurando que el portero del
Sporting desafió a seguidores del
Depor, cuando realmente miraba a un aficionado que sufría un ataque de epilepsia. Una de las rajadas del año está dando para recopilar información con la que hacer una tesis sobre la denostada profesión periodística. Que el periodista se equivoca no lo niega ni el menos corporativista de los redactores. Estaba en el sitio -magnífico, donde hay que estar-, pero falló al transmitir correctamente a la redacción lo ocurrido. Error muy grave porque la información daña el honor de 'Pichu' Cuéllar, quien empató el partido
perdiendo con las formas la razón que le asistía. En ningún caso puede llamar públicamente, y en tono amenazante, "idiota" e "hijo de puta" a una persona.
El propio
Sporting ha salido al paso para reprender a su futbolista por el indecoroso estilo utilizado en la sala de prensa del club, manchando el nombre de la entidad.
La Nueva España eliminó lo publicado en cuanto tuvo constancia, pero 'Pichu' Cuéllar ha elevado a debate nacional -y ha ganado miles de adeptos- lo que pudo zanjar mirando cara a cara al periodista, a puerta cerrada. Prefirió espurrear la mierda, que ha manchado todos los rincones de nuestro querido, maltratado y fiscalizado
periodismo, sin que aún hayan pedido disculpas -al menos al cierre de este artículo- ni el medio de comunicación, primero, ni el jugador después.
¿Se puede insultar impunemente a cada individuo que yerra en su profesión? El
periodismo está como cualquier otro trabajo, lleno de brillantes, buenos, regulares y malos profesionales. Pero entre el ruido de las redes sociales se han difuminado, o hemos perdido, los límites que definen el verdadero periodismo, un periodista o un periódico. Tres jóvenes que escriben en una web no siempre son tres periodistas ni tienen un periódico€ digital. Ambos conceptos implican otras muchas realidades: costes de impresión, de distribución, de personal, formación€, por citar los más básicos.
Hemos perdido el
valor de la información importante de la misma forma que desvirtuamos la escala de valores en otros muchos aspectos de nuestra vida. Nos distraemos con fuegos de artificio que generan tráfico, visitas, clicks€ y nos alejan del rigor, de la información contrastada; de la calidad en la redacción de los textos; del análisis minucioso que conduce a conclusiones maduradas; de la información entretenida pero veraz que ha dado vida a tantas páginas de prensa cultural o deportiva; de titulares originales que se pierden porque carecen de palabras clave que posicionan la noticia en buscadores€
Los
nuevos soportes ayudan a multiplicar la difusión, pero no deben matar el mensaje ni quitarle la carga de verdad, aunque haya que buscarla entre líneas. Mal nos irá si permitimos que el escaparate en el que se expone la información anule la auténtica función periodística, la que convierte a la prensa en contrapoder, en un instrumento útil de vigilancia y denuncia fundamental en un país democrático. Sigan buscando que aún queda periodismo serio y de calidad escondido entre intrascendentes vídeos y textos virales.