Se acabó el sueño de la
Champions. Ante un rival inferior que será el deseado por todos en el sorteo de cuartos de final, pero que tuvo la eficacia que le faltó al
Sevilla en la ida -pudo lograr una escandalosa goleada- y en la vuelta -volvió a desaprovechar más ocasiones de gol-.
Dos penaltis fallados, uno en el Sánchez-Pizjuán por
Correa y otro en el
King Power Stadium por
N'Zonzi. Un maravilloso disparo de
Escudero al larguero y posterior remate de
Ben Yedder al cielo de Leicester. Y un futbolista determinante,
Nasri, que no estuvo a la altura de las circunstancias de un partido de dimensión mundial. Recibió dos tarjetas inadmisibles. La primera, en una patada a un rival sin balón. La segunda, entrando en la provocación de
Vardy, perdiendo la cabeza.
Se le cruzaron los cables a un profesional que tuvo el 0-1 en el arranque del partido. Le faltó imprimir ritmo y velocidad al fútbol del Sevilla, y tiró por la borda la oportunidad de redimir sus pasados pecados. No fue el Sevilla de
Sampaoli. Se diluyó su valiente estilo.
Mercado daba el último pase en el primer tiempo, nunca certero y nunca con posibles rematadores.
En ataque, sólo
Vitolo despertaba esperanzas. En defensa, regalos en segundas jugadas. Especialmente grave el de
Rami, despeje al centro cual inexperto infantil que supuso el 2-0. Pasó el
Leicester. Aunque para ser justos, se autoexpulsaron de la Champions
Nasri y el
Sevilla.