Joaquín Caparrós se ha equivocado gravemente con "un feo y desafortunado gesto y comentario", como él mismo ha escrito en redes sociales, y le honra haber pedido disculpas a los aficionados del
Betis y haber transmitido su "enhorabuena" a la entidad bética "por su gran temporada".
"La rivalidad sevillana se debe entender desde la guasa y la fraternidad, y no debe llegar nunca a esos extremos. Me equivoqué", ha añadido el técnico del
Sevilla.
Caparrós ha sido el último, no el primero, que comete una falta de respeto al contrario cuando se trata del derbi sevillano. Ni siquiera una previa provocación justifica determinadas actitudes, muchísimo menos representando a una institución centenaria y a sus aficionados.
Ha pasado otras veces y conviene, cada vez que ocurra, condenar y rechazar comportamientos inapropiados que recuerdan a un pasado que debería estar ya más que superado y que manchan el espíritu de confraternidad y el legado que nos dejaron las pérdidas de
Antonio Puerta de
Miki Roqué.
Le ocurrió a
Adán en la ida, en una desafortunada celebración que también se hizo pública, y le ha pasado en este derbi a
Caparrós. Quienes de una u otra forma llegamos a miles de aficionados debemos intentar ser escrupulosos con los contenidos y, sobre todo, con las formas. El ejemplo puede más que la palabra y hay límites que no se pueden superar.