Tres rondas previas a doble partido de la
Europa League solventadas con éxito (Újpest, Zalgiris y Sigma Olomuc), la primera el 26 de julio. La final de la Supercopa de España perdida ante el
Barça en Tánger (2-1). El sexto y último partido de la fase de grupos de la
Europa League ante el Krasnodar (lo ganó, 3-0, y se clasificó como primero de grupo, el J; una derrota habría clasificado al
Standar de Lieja).
Seis partidos en la
Copa del Rey (Villanovense, Athletic y Barça) hasta caer estrepitosamente en el
Nou Camp (6-1) teniendo en la mano el pase a semifinales con el 2-0 del partido de ida. La eliminatoria europea de 1/16 ante la
Lazio, solventada con autoridad,
0-2 y 1-0. En la semana pasada, el partido de ida de 1/8 frente al Slavia, 2-2; y la 'final' en la que
Machín se jugaba el puesto frente a la
Real Sociedad. Y ahora, otra finalísima en
Praga con el pase a cuartos de la
Europa League en juego.
Así de intenso está siendo el primer año de
Pablo Machín como técnico del Sevilla. 49 partidos en un banquillo eléctrico. El del
Slavia hace el medio centenar y muchos de ellos (20) con tintes definitivos. El propio Machín lo asume. En
Praga el
Sevilla tiene "una auténtica final porque no hay marcha atrás". Perder o empatar a menos de dos goles implicará que el
Sevilla cae eliminado en la competición en la que es 'Pentacampeón' ante un rival al que tendría que haber superado sobre el terreno de juego.
El listón de la autoexigencia está así de alto en el
Sevilla. El presidente no lo baja y marca como objetivo levantar
La Sexta en
Bakú (Azerbaiyán). Está por ver si el triunfo liguero, el 'manotazo' -5 goles- a la crisis de resultados, es realmente un punto de inflexión o si el
Sevilla vuelve a mostrar la imagen de equipo indolente que no gana fuera de casa en
LaLiga desde hace cinco meses. El vestuario ya ha salvado una vez la cabeza de su técnico. La segunda debe ser en
Praga para que en el futuro
Machín siga disfrutando, y sufriendo, de final en final.