Un techo de presupuestos inalcanzables para el Sevilla: los del Barça, Madrid y Atlético de Madrid. El techo aplastante de una historia que refleja la insultante hegemonía del Madrid y del Barça, sólo cuestionada en las dos últimas décadas un año por el Atlético de Madrid (campeón en la temporada 2013-14) y en dos ocasiones por el Valencia (campañas 2001-2002 y 2003-2004).
Esa sería, quizás, la forma adecuada de presentarlo. Un candidato, que en ningún caso puede ser favorito, a conquistar el torneo de la regularidad. Romper el techo de acero se antoja imposible en condiciones normales. Le tendría que salir todo perfecto al Sevilla, con muchos frentes abiertos (la vuelta de la Copa en el Camp Nou y la vuelta en Alemania, complicadísima, para tratar de remontar el 2-3 de la ida ante el Dortmund); y que los verdaderos aspirantes por presupuesto y plantilla (Atlético de Madrid, Madrid y Barça) fallaran más de lo habitual.
Quedan 15 finales y llegar a este tramo del campeonato asomando la cabeza en esa zona de privilegio sin haber caído en la Copa del Rey ni en la UEFA Champions League ya tiene muchísimo mérito. El Sevilla está moviendo los cimientos.
Tiene más deseo que miedo y en el convencimiento de no sentirse inferior a nadie está una de sus fortalezas. Ha interiorizado la idea, trabaja con esa pasión desmedida mezclada con las grandes dosis de realidad que inyecta Lopetegui con su partido a partido y va en aumento el respeto que le tienen sus rivales.
Ganar LaLiga esta temporada parece muy improbable. Quemó muy pronto tres balas consecutivas de errores con las tres derrotas que encajó, después de empatar frente al Barça, ante el Granada, el Eibar y el Athletic. También cayó ante el Atlético de Madrid (con claridad en el Wanda, 2-0) y el Madrid (0-1 en el Sánchez-Pizjuán). Cinco derrotas ya y el sábado llega a Nervión un Barça con futbolistas de otra galaxia capaces de devolver al Sevilla a su condición terrenal.
Monchi lo ha visto claro con Lopetegui, al que renovó dando un definitivo golpe de confianza. Julen gana muchísimo y pierde muy poco, y le ha dado una identidad al equipo con la que no se echan en falta piezas tan trascendentales como los lesionados Lucas Ocampos o Marcos Acuña.
Todos suman en un bloque compacto que ya el pasado año conquistó la sexta Europa League. Los campeones son, casi siempre, los equipos que menos goles encajan. La solidez permite soñar porque da muchísima rentabilidad a los goles que se marcan. Y este Sevilla es tan de acero como el techo que intenta romper.