Sin tres de sus cuatro defensas titulares, los dos centrales -
Koundé y Diego Carlos- y el lateral zurdo -
Marcos Acuña-, sin el delantero centro -
Youssef En-Nesyri-, sin el
Papu Gómez y con dos debutantes en el once, Ludwig
Augustinsson y Óliver Torres. Así salió Julen Lopetegui a Balaídos para enfrentarse a un Celta de Vigo que generó más y mejores ocasiones, pero que sucumbió a la versión menos brillante pero más resultadista del
Sevilla FC.
Siempre desconfiado con un once de gala que intenta tocar poco, más aún lo es con tantas bajas.
Las de atrás, las intentó suplir con cantidad. Retrasó a Fernando para ponerle junto a
Rekik con Gudelj incrustado en medio en un sistema que probó mucho en pretemporada, probablemente anticipando momentos como éste. Como bloque, bien, pero de lo demás, entre poco y nada. Los carrileros
no aportaron profundidad y al Sevilla FC le costó conectar con los de arriba, apenas generó arriba y vio cómo los celestes pisaban mucha área.
¿Nunca busca arriesgar o es que no les salían las cosas a los suyos? Pues
no es el técnico más ofensivo, eso está claro, pero sí es un entrenador que
gana mucho y ahí se apaga la crítica y se acaba el debate. Este Sevilla no brilla, pero no se descompone nunca, siempre aparece alguien que decide y ahí sigue. El
gol de Rafa Mir (oportuno y oportunista), los cambios y el cansancio del Celta permitieron ir ganando metros con el paso de los minutos, para sufrir aún menos y amarrar la victoria.
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