Canastas con chirriar de zapatillas
26.12.2020 | 10:48
Madrid, 26 dic (EFE).- El baloncesto también ha cambiado, como todo, con las consecuencias de la pandemia de la covid-19 y la ausencia de público en los pabellones ha hecho que el chirriar de las zapatillas de los jugadores haya adquirido protagonismo en los partidos.
Antes, las canastas iban seguidas de una explosión sonora, en decibelios, de los aficionados que se elevaba por encima del run-run de las canchas. Ahora, se escucha perfectamente a los entrenadores dando instrucciones y alentando a sus jugadores, al tiempo que las zapatillas de los protagonistas chirrían con cada cambio de dirección, con cada bloqueo.
También ha cambiado la forma de interactuar entre los árbitros y los jugadores y entrenadores. En el fragor de la batalla, el público, los aficionados, expresaban su aceptación o rechazo a los distintos lances del juego y los comentarios de los protagonistas quedaban diluidos en ese maremagnun sonoro de los pabellones.
Los jugadores han tenido que aprender a morderse la lengua ante cualquier decisión, para ellos injusta, porque ahora se oye todo. Las faltas técnicas por este motivo han crecido exponencialmente.
La ausencia de público en las gradas también ha cambiado el baloncesto en el sentido de que no hay ese aporte extra de tensión, fuerza y ánimo que insuflaban los aficionados a sus jugadores, en una remontada por ejemplo.
Muchas canchas míticas, en España y en Europa, han perdido ese halo que las hacía especiales. Un clásico o un derbi en soledad parecen menos clásico o derbi.
El baloncesto, pese a todo, ha seguido vivo en estos tiempos difíciles. Las cámaras de televisión y las crónicas de prensa han acercado los logros y traspiés de los equipos, manteniendo viva la llama de la pasión por un deporte que ansía volver a sentir el aliento de los aficionados.
La suspensión de algunos partidos por la imposibilidad de viajar o por demasiados positivos en los equipos, ha roto el orden de las jornadas y de las clasificaciones, pero todos, equipos y aficionados, han tenido que acostumbrarse a un calendario caótico que se ha tenido que cambiar para acomodarse a las circunstancias.
Del ¡Ohh! y los aplausos tras un triple o un mate hemos pasado al silencio atronador del chirriar de las zapatillas.
La vuelta de los aficionados a las canchas, esperemos que muy pronto, restaurará las condiciones óptimas para que el baloncesto vuelva a brillar. El chirrido se apagará entre el ruido de los miles de gargantas y aplausos del público y cada mate, cada triple, cada canasta y cada acción del juego volverán a cobrar todo su sentido.
Ricardo Molinelli
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