Pablo nació con parálisis cerebral y padece el síndrome de West, una dura enfermedad caracterizada por un importante déficit motor, sensorial y cognitivo. No puede caminar y sufre convulsiones,
pero disfruta con el deporte como pocos.
Esa afición la comparte con su padre, quien ya ha corrido seis maratones, aparte de otras carreras, y que así se define: "De la quinta del 66, de esos que ya en la montaña prefieren subir a bajar. De esos que les cuesta mantener el peso a raya y de los que un dolorcillo ya no es una molestia, sino una lesión, y de los que, cuando antes las recuperaciones las contaban en días, ahora lo hacen en semanas? o meses.
Docente de toda la vida, he impartido clase a jóvenes desde Infantil (años inolvidables), EGB (de nuevo se nota que supero los cincuenta) y Secundaria y Bachillerato en la actualidad. Disfruto como un niño chico con mis alumnos.
Tengo la suerte de tener la mejor profesión del mundo: no creo que haya ninguna que te devuelva tanto como esta.
Corredor desde el 90, creo, y, con regularidad y constancia desde el 97. Corredor del montón, desde luego. Pero, ante todo, esposo (sin Maite nada sería igual) y padre de cinco hijos, entre los que está un cuarto llamado Pablo.
Pablo es mucho más que un chico de diecinueve años con Síndrome de West,
es una persona absolutamente maravillosa. Vivir con él es un auténtico privilegio por el que damos gracias a Dios cada día.
Pablo disfruta con la gente y disfruta en la calle:
no es de extrañar que le guste correr conmigo y, sobre todo, participar en las carreras y en el "lío". Por la misma razón, ya veremos cuánto aguanta en el evento; eso es siempre una sorpresa.
Ojalá nos dedique una gran sonrisa. Una sola, ya merece la pena".
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