50 ANIVERSARIO MÉXICO'68

Kip Keino, un atleta excepcional y un ser humano ejemplar

Kip Keino, un atleta excepcional y un ser humano ejemplar
Kip Keino, un atleta excepcional y un ser humano ejemplar
Estadio DeportivoEstadio Deportivo 4 min lectura

Madrid, 23 sep (EFE).- El 50 aniversario de los Juegos Olímpicos de México'68, la inauguración de Río 2016, la concesión del premio al juego limpio de la UNESCO... cualquier excusa es buena para homenajear y recordar la carrera de un atleta y un ser humano extraordinario, el keniano Kip Keino.

Una medalla de oro en 1.500 m y una de plata en los 5.000 fueron el resultado de su paso por México hace medio siglo, aunque cuatro años después amplió su botín olímpico en Múnich con la victoria en los 3.000 m obstáculos y el segundo lugar en los 1.500.

Kipchoge Keino nació un 17 de enero de 1940 en el condado de Nandi. Quedó huérfano joven y también joven se incorporó al cuerpo de policía. Comenzó a competir internacionalmente en 1962 y fue seleccionado para acudir a los Juegos de Tokio'64, en los que fue quinto en los 5.000 m.

Su gran momento llegó en México, donde tuvo que afrontar dificultades inesperadas.

El 13 de octubre, en la final de los 10.000 m, cuando corría en el grupo de cabeza, sintió unos fortísimos dolores en el estómago (un cólico biliar, se supo luego) y salió de la pista dando tumbos. Unos segundos después se sintió mejor y, aunque ya estaba descalificado, volvió al anillo y terminó la prueba.

Cuatro días después fue segundo en los 5.000, solo dos décimas por detrás del tunecino Mohamed Gammoudi.

El 20 de octubre se disputó la final de los 1.500, en la que el favorito era el estadounidense James Ryun, plusmarquista mundial e imbatido desde tres años antes.

Cuando Kip Keino se dirigía al estadio su coche quedó varado en un gran atasco. Preocupado por la posibilidad de no llegar a tiempo, el keniano se bajó de vehículo y corrió más de un kilómetro hasta el estadio.

Consciente del gran final que tenía Ryun, Keino optó por ponerse en cabeza de la prueba desde el principio. Su compatriota Ben Jipcho le hizo de liebre en los primeros 400 (56.0) y a partir de entonces Keino corrió por libre. Llegó a los 800 en 1:55.3.

El esperado ataque final de Ryun llegó, pero llegó demasiado tarde. Por más que lo intentó no consiguió acercarse a menos de diez metros de su rival y en la recta final sus piernas dijeron basta.

Keino entró en meta en 3:34.9, récord olímpico, y con veinte metros de ventaja.

Ese mismo 20 de octubre, mientras su marido asombraba al mundo, Phyllis Keino daba a luz en Kenia a su hija, que entre sus múltiples nombres llevó el de Olympia.

Kip Keino prolongó su carrera hasta los Juegos de Múnich y tras ganar dos nuevas medallas decidió que era el momento de retirarse. Y también de hacer algo por los demás.

Junto a su mujer, que era enfermera, puso un pie un orfanato que ha acogido a centenares de niños sin familia. En 1999 abrió la escuela Kip Keino, con capacidad para 300 alumnos de entre 6 y 13 años. Y en 2002 inauguró un centro de alto rendimiento para las jóvenes promesas del atletismo keniano.

Keino, miembro honorífico del Comité Olímpico Internacional (COI) y presidente del keniano, recibió en 2003 el Premio al Juego Limpio de la UNESCO por su difusión de los principios del deporte.

El último gran homenaje le llegó en 2016: el COI creó una nueva distinción, el Laurel Olímpico, y Keino fue el primer premiado. Recibió la condecoración ante los ojos de medio mundo en la ceremonia inaugural de los Juegos de Río.

Natalia Arriaga

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