50 ANIVERSARIO MÉXICO'68

El mundo sin ruidos de Enriqueta Basilio

El mundo sin ruidos de Enriqueta Basilio
El mundo sin ruidos de Enriqueta Basilio
Estadio DeportivoEstadio Deportivo 5 min lectura

México, 12 oct (EFE).- Al pisar el primer escalón rumbo al pebetero de los Juegos Olímpicos de México 1968, la corredora Enriqueta Basilio sintió que el mundo se había quedado sin ruidos y solo recuperó la conciencia segundos antes de entrar a la historia.

"Al subir me perdí, no escuché nada, no vi a nadie a los lados. Sí recuerdo que cuando llegué allá arriba, vi la Universidad; respiré, di la vuelta y saludé. Todo fue un poco automático", cuenta en entrevista a Efe la mexicana que se convirtió hace hoy 50 años en la primera mujer en encender el fuego en unos Juegos Olímpicos.

A los 70 años, 'Queta' ya no puede correr 400 metros planos ni 80 con vallas, las pruebas en las que compitió en los Olímpicos, pero el brillo de sus hermosos negros es casi igual al del momento que marcó el antes y después de su vida.

La imagen de Basilio rumbo a las alturas fue de las más hermosas de los Juegos. Vestida de blanco, con una cinta en su pelo corto y la antorcha en la mano derecha, la joven subió los 92 escalones con movimientos artísticos y unos 29 segundos después salió de su estado de levedad para dar una media vuelta, saludar y prender el fuego.

"Antes viví un momento difícil. Para tomar fotos los atletas habían tomado el camino en la curva de los 200 metros donde yo debía recibir la llama y no supe qué iba a suceder. Unos niños boy scouts se dieron cuenta, me abrieron paso y así pude llegar a las escaleras", recuerda.

En 1968, cuando apenas de hablaba de los derechos de la mujer, Enriqueta fue un símbolo de rebelión. En Mexicali, su ciudad de origen en la frontera con Estados Unidos, su familia le prohibió hacer atletismo porque no era algo femenino y solo al llegar a Secundaria pudo mostrar su talento de corredora de vallas.

"Había tabúes, entonces estaban de moda otros conceptos. Yo había jugado baloncesto, pero me pasé al atletismo porque no era un deporte de contactos hasta que mi entrenador polaco me descubrió y la autoridades convencieron a mis padres de que me dejaran venir a la capital", explica.

En la inauguración a última hora le cambiaron el relevo y a quien le entregó el fuego fue un soldado del Colegio Militar.

"Ni siquiera me dieron uniforme, yo subí con mi short de entrenamiento, una blusa del uniforme de los Juegos Panamericanos de Winnipeg y mis tenis de la escuela secundaria", recuerda.

Diez días antes México había vivido uno de sus días más dolorosos cuando el Gobierno asesinó a decenas de jóvenes en una plaza pública. 'Queta' estaba aislada en sus entrenamientos y solo conoció los detalles después.

"No nos dejaron ver ni enterarnos de nada. Últimamente veo los vídeos de hace 50 años y una piensa en muchas cosas", revela.

Aunque había llegado al mundo 20 años antes, Enriqueta Basilio considera el duodécimo día de octubre de 1968 como el de un segundo nacimiento. "Nadie me conocía y volví a nacer el día en que encendí la flama", confiesa.

Lleva los aros olímpicos en unos aretes y en un colgante del cuello. Viste elegante con grises y oscuros y a veces sonríe. Ya no es una mujer elástica, pero se siente llena de vida porque no ha perdido la capacidad de llorar.

"Lloro por todo, con los vídeos del campeón olímpico Felipe Muñoz, por ejemplo. Los de aquella generación tenemos una hermandad bonita", dice y se pregunta si hoy volverán cesar los ruidos cuando vuelva a encender la antorcha del Estadio Olímpico donde los mexicanos revivirán la inauguración de los Juegos.

Gustavo Borges

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