El alma del vestuario, el líder silencioso, el de la toalla, el mejor amigo de todos, el héroe de la quinta. Es Jorge Andújar, Coke. Un gran tipo y mejor futbolista que merecía ser dueño de su destino en su último gran contrato. Así lo ha entendido una institución agradecida que sin duda le echará de menos. Profesional y grandísimo ser humano en todo momento. Dotado de una personalidad indiscutible, es uno de esos jugadores que dejan huella.
La inmensa mayoría de peloteros que he conocido carecen de su madurez, de su instinto para percibir que su realidad es poco menos que una fantasía muy alejada de la vida cotidiana que soportan todos aquellos que le idolatran. No es el caso de Coke, que es mucho más que un futbolista al uso. Hace equipo y club, siempre supo estar y cada día agradece todo lo bueno que le ocurre con una sonrisa tan educada como contagiosa. Merecía irse haciendo historia con el doblete de Basilea. Ahora que muchos andan preocupados por el adiós de la columna vertebral Gameiro-Banega-Krychowiak, una tarea a añadirle a Monchi: debe encontrar otro capitán con alma.
Eduardo Gil1 min lectura