El privilegio que espanta

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El privilegio que espanta
- 30/10/14
Hay muchas cosas que no entiendo ni comparto de Manolo Castaño. De su forma de ser y de proceder, sobre todo. Me cuesta creer que Lopera fuera tan opaco e inaccesible como para que sus colaboradores desconocieran sus tejemanejes. Pero del abogado admiro su deseo confeso de ser presidente del Betis, objetivo loable para el que lleva años comprando acciones. Un deseo que, incluso, se ha convertido en obsesión. Y lo entiendo perfectamente, ya que, últimamente, cualquiera puede sentarse en el privilegiado sillón, sea socio o no, haya acumulado méritos o sea un advenedizo en el fútbol.


Paradójicamente, sorprende y apena que el nuevo administrador judicial esté ofreciendo el cargo a todo el que se pone a tiro. Y, lo que es peor: que nadie quiera ser mandamás, por mucho que, a la hora de la verdad, vaya a ser un ´mandamenos´. A otros como Pepe León o Rodríguez-Sacristán no les importó en su momento, priorizando que su nombre pasara a la historia de una entidad centenaria y no el margen de maniobra real.

Arguyen quienes justifican lo injustificable que, en estos momentos, la interinidad de la cúpula espanta a los interesados, que los hay. Pero a Miguel Guillén no lo echó un juzgado, como tampoco ocurrirá con Domínguez Platas. Se irán ´quemados´, señalados y exigidos igual que si se lo hubiesen llevado calentito, como parece que hicieron sus antecesores. Nadie valorará su gesto, desinteresado casi al cien por cien, pues seguro que las migajas laborales que vayan a recoger por la repercusión mediática no compensan la presión, el tiempo dedicado y, en algunos casos, la mofa. Pero, para ellos, ser presidente del Betis no era ningún ´marrón´.
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