Seguro que, con tanto tiempo libre y la creatividad que muchos de ellos derrochan sobre el césped, la pista o la cancha, a algún deportista de elite se le ocurre un reto viral que, esta vez sí, transmita los valores que se supone deben transmitir quienes lideran, cambian y condicionan muchas corrientes de opinión en el mundo.
Perdí pronto la esperanza con la moda del cubito de agua helada al enterarme de que los fondos para combatir la ELA no aumentaron al mismo ritmo que los vídeos de individuos ateridos y descojonados en las redes sociales. Y me reservo mi opinión acerca de quienes se metían un condón por la cabeza, sujetaban una lata de refresco entre los pechos, hacían un 'Harlem Shake' o, últimamente, imitan a maniquíes con vaya usted a saber qué intención, más allá de hacer el ridículo y demostrar la mayoría de los tópicos que circulan sobre las 'luces' de quienes se dedican al fútbol o al básket profesionalmente.
Por supuesto que tengo sentido del humor y veo cabida para éste en internet, aunque agradecería que la estulticia no fuera lo único que se hace viral. Ante una audiencia dispuesta a abrir los ojos y los oídos a casi todo lo que provenga de sus ídolos, no estaría de más un esfuerzo por promover actividades no ya más enriquecedoras, sino también más solidarias y gratificantes. Y me consta que muchos de ellos dedican tiempo y recursos a ayudar a los demás, algunos sin interés en que se sepa. Bastaría un gesto suyo para que millones de personas imitaran algo productivo.
Óscar Murillo
