El
Sevilla anduvo lejos de su mejor versión anoche en el
Camp Nou, donde casi todos los equipos se empequeñecen por la entidad del anfitrión, todo sea dicho, pero el demérito nervionense anduvo cerca de los méritos de un buen
Barcelona. Y es que el equipo de
Berizzo, que jugó con lo que tenía en la contención y apenas rotó a dos atacantes y al portero, se mostró débil y lento en el achique, amén de bastante deficiente a la hora de ocupar los espacios y entender las marcas, que las hubo pese a que el
Toto se mostró contrario a ellas en la víspera.
Además, aunque se fue soltando cuando su rival aflojó el ritmo con 1-0, en ataque pudo a los blanquirrojos la precipitación, al tiempo que se fallaron pases aparentemente sencillos. Sin precisión ni convicción, sumar ante un gigante es imposible.
Otra vez el míster argentino apostó por el doble pivote
Nzonzi-Pizarro, si bien la impresión inicial es que los visitantes dejaban una autopista por dentro. La presión tras pérdida de los hombres de
Valverde hacía daño en la fase de salida hispalense, mientras que
Guido se encargaba de vigilar a
Messi en todo el campo, dejando a su compañero de fatigas solo y sobrecargado.
Porque la movilidad de
Alcácer despistaba a los centrales, pues el valenciano se proyectaba por dentro en ataque y se iba de la marca de
Escudero, obligando a los centrales a ocuparse también de él y liberando los espacios interiores para las penetraciones de
Messi,
Iniesta y
Rakitic. Una puesta en escena mejorada en la reanudación, donde el Sevilla fue más sólido y osado, con el empate como recompensa coyuntural.