Han dado tantas alegrías, que merecían los honores de campeón que recibieron de los suyos

Una final con dos campeones

Una final con dos campeones
Hubo una única final, pero hubo dos campeones. - Joaquín Adorna
Joaquín AdornaJoaquín Adorna4 min lectura
Hubo una única final, pero hubo dos campeones. De hecho, hasta que la atronadora música del Vicente Calderón no anunció la fiesta catalana, cualquier aficionado que hubiera entrado al campo tras el pitido final no habría sabido distinguir qué equipo había ganado y qué equipo había perdido. Nunca antes encajaron los sevillistas con tanto orgullo una derrota. A los jugadores les costó levantarse, de hecho, respondieron con la clásica piña al grito de "que bote el equipo". Pero esta madrugada, seguramente intentando conciliar un sueño que no les llegue, retumbarán en sus mentes los muchos cánticos dedicados a levantarles el ánimo. Nunca lo fueron, pero anoche los cánticos de los sevillistas se llenaron de pleno sentido porque expresaban un sentimiento que está por encima de una victoria o de una derrota, que les acompañará hasta la muerte, que les hará recorrer kilómetros igualmente.

Desde luego, esta plantilla se lo ha ganado a pulso. Ha dado tantas alegrías y ha sabido levantarse de tantos contratiempos, que merece los honores de campeón que recibió de los suyos. Krychowiak, Coke, Carriço, Sergio Rico, Vitolo, Iborra, Rami y todos de una u otra manera emocionaron con su entrega. Rami se tiró de cabeza para cortar un balón que llevaba Neymar controlado, e Iborra entró 'a muerte' a por un balón que caía ya en las manos de Ter Stegen.

Nada que reprochar a un Sevilla que se agigantó ante un gigante, que tuvo fases de gran fútbol, que llegó a tener contra las cuerdas, en acoso y derribo durante buena parte de la segunda mitad, a un equipo todopoderoso en el que Messi y Neymar, con cuenta gotas, y anoche sobre todo Iniesta, hacen cosas de otra galaxia. Se vio cerca el doblete, por momentos, sobre todo tras la expulsión de Mascherano. Pero la de Banega cuando ya agonizaba el tiempo reglamentario igualó fuerzas, y en la igualdad pesa mucho la calidad que pagan los millones del Barça. Perdió el Sevilla pero pudo ganar. Encajó dos goles como pudo marcarlos porque se sintió importante en muchas fases del partido, transmitió muchas veces la sensación de sentirse más cómodo que su rival. No tuvo más posesión que el Barça, imposible, pero sí tuvo el dominio del juego.

De hecho, el primer tiro entre los tres palos del Barça llegó en el minuto 76 de partido en un libre directo que Messi lanzó a las manos de Rico. Ya por entonces se había retirado lesionado Luis Suárez. Su puesto lo ocupó Rafinha. El infortunio, la lesión del uruguayo, hizo lo que Luis Enrique fue incapaz de hacer tras quedarse su equipo en inferioridad: quitar a uno de los del tridente intocable -Neymar, Suárez, Messi-. Dejó en la caseta al que nunca protesta, Rakitic, el Barça perdió el equilibrio pero en esa fase el palo le negó a Banega un gol que habría supuesto el mejor premio en su despedida y que habría allanado el camino a un doblete histórico. No llegó el broche de oro a la temporada, pero poco importa. La afición del Sevilla disfrutó de una fiesta inolvidable. Madrid quedó tomada por una impresionante 'Marea Roja' que encontró sobre el campo del Calderón lo que esperaba. Perdió la final, pero el Sevilla se sintió como lo que es: un equipo campeón.
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