La gloria sólo se la queda el que gana

El tiempo presente de los campeones

El tiempo presente de los campeones
Los jugadores nervionenses se ejercitan en la víspera del partido en el Lerkendal Stadion de Trondheim. - Joaquín Adorna
Joaquín AdornaJoaquín Adorna6 min lectura
Ganar una final europea siempre viaja en el vagón de lo urgente, de lo inmediato. El tiempo que Sampaoli necesita para dar forma a la enésima reconstrucción del Sevilla hoy no cuenta como excusa, porque el tren pasa esta tarde por el Lerkendal Stadion de Trondheim y quién sabe cuántos años después volverá a pasar por la vía de otra estación de cualquier otra ciudad europea. El Sevilla ha convertido en habitual lo excepcional, pero, para llegar a convertirse en el primer y único 'Pentacampéon' de la UEFA, o en el primer y único equipo que ha conquistado tres títulos de la Europa League de forma consecutiva, se necesitan cientos de casualidades en el siempre incierto y caprichoso destino. Hay que recordarlo antes de cada final, porque el reiterado disfrute de lo extraordinario resta el verdadero valor que sólo el tiempo dará a los recientes éxitos del Sevilla, contabilizando como éxitos el agosto de finales que aguarda a los sevillistas en este 2016. El ilusionante catálogo de intenciones de Sampaoli pasa hoy ante el Madrid de Zidane su primera reválida. Una final heredada. No le pertenece, le llega demasiado pronto, probablemente sin que un plantel plagado de caras nuevas haya captado plenamente sus conceptos, pero en sus manos está gran parte de la responsabilidad para intentar conquistarla e iniciar un nuevo ciclo de éxitos con el nuevo estilo ofensivo que pregona.

Primera evaluación, importante pero no definitiva, a una propuesta futbolística mucho más atractiva sobre el papel que la de Unai, mil veces criticado por hacer jugar al Sevilla como un equipo defensivo con excesivo respeto al rival, pero otras tantas alabado por sus triunfos. Casi todo lo que Sampaoli transmite gusta a un aficionado sevillista cansado de los 'miedos' de Emery. El técnico argentino quiere un equipo dominador, que vaya a por el rival, que tenga la posesión, que adelante la línea defensiva para presionar muy arriba... Atacar y defender con intensidad en cuanto su equipo pierde la pelota. Hacer del ataque la mejor defensa. Suena fenomenal, incluso muchos pueden quedar satisfechos con una derrota plagada de buenas formas, pero… la gloria sólo queda para el equipo que gana, para el que vuelve a casa con la copa, la comparte con los suyos y la guarda en sus vitrinas. Nada tiene que ver Sampaoli con la historia del equipo que ahora dirige, pero una única Supercopa de Europa conquistada de las cuatro disputadas en la última década (la que ganó al Barcelona en Mónaco 3-0 en el 2006) alimenta el deseo de volver a tocar metal, más aún ante un Madrid que también acumula antipatías en la capital andaluza y ante el que ya perdió el Sevilla la Supercopa del 2014 en Cardiff, con dos goles del hoy ausente Ronaldo.

Si al Sevilla no le vale la urgencia del tiempo como excusa a una hipotética derrota, tampoco al Madrid le sirven las bajas del delantero portugués, de Keylor Navas, de Pepe, de Kroos o de Gareth Bale, porque, aun tratándose de futbolistas determinantes en sus puestos, su millonario presupuesto lo convierte en uno de los equipos más poderosos del mundo, con un plantel plagado de futbolistas de calidad. Una certeza y muchas dudas: un Sevilla con otra piel plagado de jugadores con talento y… ¿con el mismo espíritu campeón; con el mismo carácter competitivo; con la misma capacidad de sufrimiento? Una arriesgada y atractiva metamorfosis que va a vivir en Noruega su primer capítulo. Un equipo entero, once jugadores, ya no pertenecen al Sevilla de los últimos títulos. Entre ellos, piezas tan determinantes como Krychowiak (que se ha marchado al PSG de la mano de Unai Emery), Gameiro (ya en el Atlético de Madrid), Éver Banega (lucirá su fútbol en el Inter de Milán), el capitán José Antonio Reyes… o el héroe de Basilea, otro capitán inolvidable: Coke, a quien sus ex compañeros quieren dedicar hoy un triunfo como señal de apoyo por su grave lesión en el debut con el Schalke 04 (seis meses de baja al romperse el ligamento cruzado de una rodilla). Nueve futbolistas nuevos (que serán diez o alguno más con la probable vuelta de Jesús Navas), un nuevo entrenador y una nueva filosofía, una nueva manera de concebir el fútbol, inician hoy una nueva era en el arrebatado y mortal -o inmortal, lo dirá el resultado- tiempo presente.
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