Míchel se caracteriza por la sencillez de su filosofía, por un trabajo basado en conceptos básicos que sirven, sobre todo, cuando aterriza en un equipo donde se ha perdido la estabilidad y reina la desconfianza y el caos. El madrileño se centra en instaurar el orden, con retoques en las posiciones más dañadas y liderazgo para los pesos pesados del vestuario para hacerse con el control.
En este sentido, no se le puede pedir que invente nada pero sí aprovecha los buenos momentos de los jugadores y su llegada al
Málaga ha coincidido con la recuperación de
Sandro, el bastión costasoleño. El acierto del canario sustenta una propuesta que tuvo como primera consigna dejar atrás los continuos cambios del
'Gato Romero', para lo que necesitaba hallar un once base.
Tras realizar algunas probaturas, con extremos puros como
Jony, finalmente ha optado por reforzar las bandas, vía por la que hacía aguas el conjunto malaguista, y jugar con un doble pivote con
Camacho y
Recio como ancla para que
Fornals aporte la visión. El resto corre a cuenta de
Sandro, que ha vuelto de su lesión igual o más inspirado que antes, hasta el punto de que ha marcado cinco goles en los últimos cinco partidos.
De su trabajo depende buena parte del rendimiento del
Málaga de
Míchel, bien situado en la contención, con las líneas juntas a la espera de que se encienda la luz de
Fornals y
Sandro aporta las soluciones necesarias.