Un despropósito imperdonable

Se puede producir la circunstancia puntual de que un equipo como el Real Madrid firme una exhibición y te destroce por juego y calidad, fruto del abismo en el presupuesto, pero lo ocurrido ayer en el Santiago Bernabéu alcanza la condición de inadmisible. Es intolerable que todo un Sevilla, en octavos de Champions, fragüe un ridículo de tales dimensiones, sin alma, sin dignidad, como si no se hubiera trabajado absolutamente nada a nivel táctico y salido al campo sin consignas, a disputar un amistoso. Un esperpento integral que nace de una desconexión insultante en el arranque, de una ausencia de concentración impropia de profesionales que el Real Madrid, evidentemente, castigó con dureza. Porque los de Marcucci concatenaron errores uno tras otro, los que se cometen cuando falta intensidad, implicación y confianza, y porque en los entrenamientos no se pulen determinados conceptos tácticos, como los pésimos repliegues, con futbolistas como el 'Mudo' que no corrían tras el que rompía la línea, o la ausencia de coberturas, con una autopista en las dos bandas, sobre todo por la izquierda de Carole, superado y sin ayudas. Cabría recriminar al técnico las novedades en el once, como la del francés en el carril siniestro, pero el desastre fue coral, pues con el esférico, más allá de un ‘impasse’ de control tras el 1-0 regalado por Muriel y Kjaer en el 2’, no se generó peligro, merced a un festival de imprecisiones en los pases y en los controles, y de desidia, reinando la sensación de que hay futbolistas sin implicación. Una vergüenza absoluta que debería acarrear consecuencias...

Dejadez total en las marcas
Al margen de la aptitud, el Sevilla mostró una actitud indigna en el Bernabéu, lo que se refleja en cómo los nervionenses soltaban sus marcas, sobre todo en la media, una vez que eran superados, lo que propiciaba superioridades madridistas.