El
Betis pasó en un mismo partido de sacar la bandera blanca a poder matar el partido en un mano a mano de Rubén Castro a acabar de nuevo encerrado, contento con el empate. Por partes. De inicio no le quedó más remedio que resguardarse del chaparrón. Los celestes llevaron la presión hasta casi el área verdiblanca. Robaban arriba, combinaban rápido y se acercaban a Adán con mucha gente. Johny y Planas ofrecían salida por fuera y Orellana y Nolito imaginación y desborde. Pero en esos 15 minutos avasalladores un remate de Guidetti al palo fue la única ocasión realmente clara.
Luego pudo estirarse el
Betis. Tímidamente al principio encontrando desahogo en
Musonda y
Ceballos, en las bandas, y en Joaquín, muy inspirado por dentro. Justo cuando el Betis empezó a respirar se encontró el gol de N’Diaye, lo que reforzó aún más el plan de esperar en campo propio buscando la emboscada. El gol noqueó al
Celta e incluso pudo llegar la sentencia el tiro al palo de Joaquín. La respuesta fue otra doble ocasión, esta vez de Nolito y Orellana, desbaratada por Adán que significó el fin de la minitregua celtiña hasta que los cambios de Wass y Beauvue por lesión le cortaron el ritmo y condicionaron a Berizzo antes del descanso.
Si el inicio del choque fue del
Celta. El de la segunda parte fue del Betis. Tuvo la sentencia a la contra, sobre todo en las botas de Rubén Castro.
Ceballos y
Joaquín lanzaron buenas contras mientras al Celta le podían las prisas. Pero al tiempo que Berizzo daba un paso adelante con el ‘Tucu’, Merino lo dio para atrás con Xavi Torres. Tres minutos después (78’) empató el
Celta. El
Betis decidió aguantar. Lo hizo con oficio y sumó un valioso triunfo.