Para el aficionado, su equipo siempre es el mejor. Rara vez pierde por deméritos propios y nunca el árbitro le beneficia. Todo lo contrario. Es el diablo. Al hincha le interesa mucho más el qué que el cómo, principalmente si los suyos ganan.
Todo esto se multiplica en una ciudad tan dual como
Sevilla, donde se ven las cosas desde dos prismas muy distintos. Opuestos. Así, ganar en el último minuto puede ser una cuestión de fe o de suerte, según se mire. No hay punto medio. Por eso, la crónica del partido de los nervionenses ante Las Palmas la titularía un sevillista con un 'Dicen que nunca se rinde' y un bético, con 'La flor en el culo'. Y ambos tienen parte de razón. Es sólo que la bufanda les impide verlo. Ocurre como con los partidos políticos, que sólo hacen mal las cosas los que tú no votas.
Dijo alguien que no es lo mismo acudir a un estadio a ver ganar que a ver jugar. Los sentimientos lo desvirtúan todo, y es lícito que los aficionados los vuelquen desde la grada, pero los profesionales deben ser más fríos y emplear su raciocinio. Para fortuna de los que siempre quieren ver a su equipo ganar, sea como sea,
Sampaoli y Monchi no están gastando ni un solo segundo en discutir si el balón de Vitolo llegó a salir por la línea de fondo, si hubo penalti, si el árbitro debió permitir que se sacase el córner del 2-1 final o si el triunfo fue, como defienden los béticos, o no, como arguyen los sevillistas, injusto.
Es de lo único de lo que se hablaba ayer en las redes sociales, a las que suele estar bien atento
Monchi, certero, como siempre, con un tuit muy oportuno: "Ladran, luego cabalgamos... Nosotros, a hacer análisis interno y autocrítica para seguir creciendo". Él es el primero, por razones obvias, que se alegró de la victoria, pero no se puede quedar en el subidón final. Si bien no rendirse nunca es loable, por impulsos sólo se gana a veces. Faltó juego y hay que buscar motivos y soluciones. Lo demás es perder tiempo en un debate equivocado.
Carlos Pérez
