Si el empate del Barça se hubiera producido en otro contexto, en un partido de diferente fisonomía en el que el Sevilla hubiera sufrido un asedio y resistido estoicamente tras aprovechar sus ocasiones, el punto se habría valorado positivamente, incluso como un impulso moral, pero lo sucedido ayer en Nervión deja una sensación amarga a pesar de la excelsa imagen de los nervionenses.
Porque un partido más sufrieron la rémora de su ausencia de acierto en los últimos metros, aunque, anoche, sin duda, alcanzó un grado superlativo, con un rosario de ocasiones falladas que malograron una brillante actuación de los de Montella, superiores al Barcelona durante gran parte del choque con y sin balón, tremendamente serios en la contención y meteóricos a la contra.
Un sinfín de virtudes y de llegadas que sólo sirvieron finalmente para un punto y dejar a medias el aviso al Bayern. Eso sí, quedó claro que ganar la final no se trata de ninguna utopía.
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