A pocos les gustaría estar en estos momentos en el pellejo del presidente sevillista. La decisión que hoy, junto al resto del Consejo, debe tomar sobre la continuidad o no de Montella y, en caso de cese, sobre quién le sustituirá es algo así como lanzar una moneda al aire y rezar para que salga la cara elegida.
La incertidumbre sobre lo que pasará tanto si lo dejan como si lo sustituyen es total y el resultado incierto. Dejarlo, con el equipo hecho y centrados en una competición podría ser la solución, pero tendrá la presión de todo lo sucedido en el Wanda, además de una mala racha detrás. Y echarlo y traer un entrenador nuevo que no conozca lo que aquí se cuece parece incluso más arriesgado.
Históricamente, a este club, los cambios de técnico no han servido para mejorar. Y esta vez apenas hay margen para errar. ¿Qué hacer?
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