Ganará o perderá el Sevilla, el equipo, la institución. Desde el primer empleado al último aficionado, que todos aportan, los que cobran y los que sufren sin cobrar. Como en todas las finales, los portones esperan la llegada de un héroe, que casi siempre suele salir del campo, donde pisan quienes tienen más opciones de cumplir el signo del destino, o de cambiarlo, si es que esa posibilidad existe.
Pero antes de esta final asume un papel crucial el técnico del Sevilla. Las bajas causadas por la salmonela -barbacoa y tortilla de los amigos franceses en casa de Gameiro- han trastocado los planes estratégicos de Unai, que tendrá que reinventar una nueva fórmula para romper el maleficio que le persigue: 19 enfrentamientos y ningún triunfo ante el Barça.
Con las circunstancias dando alguna ventaja más al más poderoso, Emery estuvo ayer convincente. Ni una excusa. "Somos campeones e iremos rugiendo a ganar la copa". Mensaje de entrenador que ya ha demostrado a quienes tanto hemos dudado de él que sabe ganar partidos... y finales. Quiere que su Sevilla emocione, que compita con los grandes de Europa. Marca el camino: palabras de ganador que deben ratificar los suyos en el campo.
Estadio Deportivo
