Es el partido propicio, el escenario adecuado. Muchos se han quedado en Sevilla, nueve exactamente. Nueve bajas con las que Emery podría formar un equipo excelente. Mejor así. Mayor gloria a repartir para los que hoy saltan al Juventus Stadium. Se dan las circunstancias necesarias para recuperar el cartel de equipo campeón: el que nunca buscó excusas y tantas veces se levantó en la adversidad; el que supo ganarse el respeto y la admiración de toda Europa por su forma de competir. En la vida te ponen un cartel y el cartelito -el bueno y el malo- te acompaña superando el paso de los años y los cambios interiores que nadie ve.
En el fútbol los carteles individualesaguantan bastante más que los colectivos, efímeros. En poco más de un mes, el Sevilla ha pasado de ser un club enorme, modélico en su gestión y en su planificación -también deportiva-, a transmitir temores, a desconfiar de su fortaleza e incluso, de la fortuna que le ha acompañado por hacer bien las cosas. En Turín, en ese estadio talismán de tan buenos recuerdos, al Sevilla se le presenta la oportunidad de matar ridículos gafes, de demostrar que tras el lema caído (‘Nervión no regala puntos’) no había soberbia o prepotencia, sino el espíritu indomable de un puñado de luchadores que nunca se rinden. El cartel ganado a pulso que les ha llevado al éxito.
Joaquín Adorna
