Otra vez se queda sin ganar el Betis ante los suyos, una única victoria en casa en siete partidos, pero realiza el mejor encuentro en el Benito Villamarín en lo que llevamos de temporada y cierra la sangría de derrotas consecutivas ante su público. Claros síntomas de mejoría con una gran carencia: la efectividad. La eficacia que tanto le acompaña a domicilio, la echó en falta anoche para remontar a un Celta que, eso sí, jugó en inferioridad numérica casi toda la segunda parte.
Los errores individuales -otra vez falló Bruno, y otra vez la suerte evitó que su error acabara en gol- y los errores colectivos en defensa se volvieron a repetir. De hecho, el Celta llegó con peligro, incluso, jugando con diez. Pero anoche el Betis tuvo más virtudes que carencias. Petros va creciendo partido a partido. En lo físico -meritorio su despliegue por todo el campo- y en lo técnico -robó cerca del área rival y forzó la expulsión de Jonny-. Ceballos, también. Se va echando el equipo a la espalda y cada vez pone más veces su talento al servicio del equipo.
A Joaquín no se le puede pedir más, acaba desfondado todos los partidos y saca a relucir su calidad en muchas acciones (lástima el libre directo que repelió el palo). A Rubén le faltó fortuna y acierto, pero sigue transmitiendo peligro. Jugadores como Piccini y Varela dejaron buenas sensaciones en sus bandas tanto en ataque y como en defensa. Al carro se sube también Jorge Molina, volvió a reencontrarse con el gol, y Vadillo, extraordinario su rendimiento tras el calvario sufrido. El canterano tiene la calidad técnica que tanto necesita el Betis para el desborde y va camino de convertirse en el mejor fichaje de invierno. Se le escapan al Betis otros dos puntos en su estadio, pero recupera la conexión con su afición y otros muchos argumentos que invitan al optimismo.
Joaquín Adorna
